40 aniversario de la Fonoteca del INAH |
¿La tradicional es sólo la música que se transmite oralmente?, ¿De generación en generación y que en su mayoría no fue creada por un autor conocido y mucho menos registrado?, ¿Es la que se da en sociedades sin escritura musical, sin partituras?, ¿La que está conectada a las ideas de nacionalismo y a los orígenes aceptados de una sociedad y de un país?, ¿La que ocurre en comunidad?, ¿La ritual, ceremonial o de profundos orígenes ancestrales? ¿Y la música popular es sólo la que conforma el gusto del pueblo?, ¿La que suena y se escucha en las grandes urbes?, ¿La que puede confundirse con lo que se llama música folclórica, de la que el pueblo se adueña y a la que le imprime su estilo, su estética?, ¿La que sin importar si es música de autor, tradicional, académica o sinfónica que de pronto es interpretada por una charanga citadina?, ¿La quinta Sinfonía de Beethoven o una canción de The Beatles pero interpretada por una orquesta mixe de viento de Oaxaca? Cada una de estas interrogantes mantienen en su seno una gran carga ideológica, pues son definiciones o acercamientos a este par de términos que resultan insuficientes cuando se enfrenta la labor de recopilar esta música, y esa es una de las complejas tareas de investigación que enfrentan especialistas de la Fonoteca del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Aunque es una de las más pequeñas en tamaño y en presupuesto, las personas que laboran en la Fonoteca, han logrado que la institución ocupe un lugar muy especial entre sus similares mexicanas dedicadas a la música tradicional y popular. La Fonoteca del INAH ha editado la más amplia e importante serie discográfica, con agrupaciones musicales, géneros, épocas y estilos que no existen en ninguna otra y es reconocida a nivel nacional e internacional con su colección Testimonio Musical de México. El trabajo continuo de esta instancia del INAH ha permitido editar, en 40 años, 48 grabaciones, disponibles en su totalidad, desde hace cinco años, en disco compacto. Las preguntas sobre cuáles son los límites de sus funciones rondan en la mente de su subdirector, el etnólogo Benjamín Muratalla, por ejemplo, cuando les ofrecen algún donativo musical. ¿Aceptar para la Fonoteca del INAH discos con grabaciones de Lucha Reyes, Jorge Negrete o Miguel Aceves Mejía pero no los de Juan Gabriel, Luis Miguel ni Pandora? La diferencia, explica Muratalla es que los últimos representan la música mediática y son generada como una mercancía más dentro de los medios de comunicación, pese a que sí logran llegar al pueblo y ser populares. Sin lugar a dudas, todo este tipo de música tiene que pagar su cuota histórica y su arraigo profundo en el gusto popular, para acceder al concepto de patrimonio cultural, consideró. Quizá el ejemplo más claro sea la balada ¿Amor eterno¿, compuesta por Juan Gabriel, que no sólo se ha convertido en el himno del 10 de mayo, sino que como pieza ya se acostumbra en varios entierros tradicionales, sustituyendo a los minuetes o las marchas fúnebres, como lo han constatado varios investigadores de la misma. La materia de trabajo de la Fonoteca del INAH es un desafío en la actualidad, pues no se puede constreñir al límite de la denominada música tradicional, así como tampoco puede afirmarse que ésta es propia de las comunidades ágrafas, campesinas o marginales, porque en la actualidad la música que interpreta la cantante mestiza Lila Downs se cultiva también en regiones campesinas o indígenas. Tampoco, si se toma en cuenta que en las regiones campesinas ya existen antenas parabólicas, teléfonos celulares y sus habitantes se comunican por Internet. Nuestro mundo, resume, está en constante intercambio y transición, por lo que debe repensarse en qué consiste la música tradicional y la popular. La historia en 40 años En 1967, los generadores de la Fonoteca, el doctor Arturo Warman y la maestra Irene Vázquez Valle, ni siquiera se imaginaron que serían los precursores de la misma. Ellos se plantearon un objetivo más sencillo: la reedición de un disco histórico, titulado Testimonio musical de México. Fue producido durante un curso de Introducción al Folclor en 1964, e incluyó lo que se denominó música indígena y mestiza. Contó con la participación de investigaciones y grabaciones de Warman, Vázquez y Thomas Stanford. El INAH los apoyó para editar más ejemplares de ese volumen y con ello se inició hace cuatro décadas la colección que constituye uno de los más ricos y amplios patrimonios fonográficos sobre música tradicional y popular mexicana. La edición del segundo volumen, prosigue Muratalla, fue Danzas de la Conquista, una producción paralela a la película Él es Dios con temática de la tradición conchera y textos y grabaciones de Arturo Warman. Poco después buscaron el apoyo del INAH, ahora para la creación de lo que en 1974 se constituyó como la Oficina de Edición de Discos, misma que dependía en sus primeros tiempos del Departamento de Servicios Educativos del Museo Nacional de Antropología e Historia y que tiempo después pasó a formar parte de la Dirección General del INAH. Un par de años después, aparecieron discos que ahora son muy famosos, como Sones de Veracruz (1969) y se conformó como uno de los catalizadores que provocarían no sólo el rescate sino el renacimiento del género, al incluir grabaciones de don Arcadio Hidalgo, Noé González y el antropólogo Antonio García de León con grabaciones de Arturo Warman. También se editó el disco Música Indígena de México con piezas de la tradición zapoteca, nahua, rarámuri, huichol y totonaca, con grabaciones de Warman, Stanford, Vázquez y Francois Lartigue. Para 1975 se tenía un acervo considerable de grabaciones de campo y un gran avance en la serie de discos, con 17 títulos editados, cuando la maestra Irene Vázquez decidió aceptar la propuesta de donación de las cintas magnetofónicas realizadas por el estadounidense Raúl Hellmer, quien había fallecido recientemente. A raíz de la incorporación de estas grabaciones al acervo, la maestra Vázquez propuso que dejaran de ser simples editores de discos pues los acervos con que contaban demandaban atención en su control, ordenamiento y catalogación. Presentaron un proyecto de reestructuración al INAH, para que pudieran dedicarse con mayor seriedad a la investigación y no sólo a la grabación y edición de discos. En 1982, con 24 títulos lanzados, se creó el Departamento de Estudios de la Música y Literatura Orales (DEMLO), dirigido el maestro Gabriel Moedano, que además de investigación, difusión y conservación de música incluía otros proyectos sobre cuento, leyenda, narrativa y tradiciones orales. El acervo de la Oficina de Edición de Discos, recibió el estatus de Fonoteca, bajo la dirección del René Villanueva, músico, investigador y fundador del grupo Los Folkloristas, como parte del DEMLO. Poco después, y por problemas de presupuesto, ese departamento desapareció y el proyecto se canceló, pero la Fonoteca del INAH se salvó. Arturo Warman produjo los primeros 14 discos de la serie Testimonio Musical de México, con excepción del decimotercero, el Cancionero de la Intervención Francesa que diseñó e investigó Irene Vázquez, quien posteriormente coordinó y dirigió los volúmenes del decimoquinto hasta el trigesimoctavo. En enero del 2006, el acervo de la Fonoteca del INAH contaba con cerca de 5 mil fonogramas, pero a raíz de la donación del fondo de Gabriel Moedano, los ejemplares ascienden actualmente a 7 mil 500. Hoy en día, la Fonoteca del INAH fortalece la investigación para este tipo de acervos con la participación de diferentes investigadores de otras instituciones e independientes, lo cual le imprime un sello de diversidad y amplitud al abarcar los estudios de las diferencias musicales en México y continuar con las ediciones discográficas para su divulgación. |
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Autor/Redactor: INAH |
Editor: Manuel Zavala y Alonso |
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