Fonoteca INAH 05 - Música Indígena del Noroeste
El Noroeste de Mexico en la actualidad es una zona donde los embates de la modernidad, marcan contrastes económicos y diferencias étnicas y culturales de manera acentuada, donde la alta tecnología aplicada a la agricultura permite una producción a gran escala, donde proliferan industrias maquiladoras y donde la violencia y el narcotráfico dejan de ser noticia para volverse vida cotidiana. Es una región que ofrece trabajo temporal para muchos indígenas o mestizos que llegan a ella de los mas recónditos rincones del país y se asientan de manera temporal; es ruta de migrantes hacia lo Estados Unidos, es también donde yaquis y mayos habitan desde tiempos inmemoriales y donde conviven con la sociedad mayoritaria sin dejar de ser ellos mismos.
Los yaquis o yoremes, unos 40 mil individuos habitan actualmente en los ocho pueblos tradicionales de su territorio en Sonora: Vicam, Tórim, Cócorit (Loma de Guamuchil), Bacum (Bataconcica) Potam, Rahum, Huiribis y Belén, asi como dos colonias en Hermosillo y tres comunidades en Arizona, Estados Unidos. Este pueblo constituye un caso especial, pue lejos de perder los rasgos básicos de su identidad tras la hostilidad histórica que han vivido y las dificultades que el presente les entrega, parece que su esencia como pueblo se ha fortalecido. La tribu yaqui, como ellos se nombran, ha accedido a relacionarse con la sociedad mestiza en una convivencia donde aprovechan los implementos materiales de ésta para beneficio propio, (desde los mas básicos electrodomésticos hasta la tecnología de riego o los sistemas de computación), al mismo tiempo que luchan para conservar su unidad política, social y su territorio.
En esta convivencia con la sociedad mestiza, con los yoris como ellos los denominan, son clave dos elementos: la vigencia de una cultura comunitaria, que está basada entre otras cosas, en la relación con su territorio, del cual han hecho una apropiación que va más allá de la mera pertenencia material o legal, que supone una unión sagrada y que se apoya en la profundidad de su memoria mitológica y las relaciones sociales que nacen de la celebración de sus fiestas religiosas. Por otra parte, los mayos o yoreme son el pueblo indígena más numeroso del noroeste de México, su población rebasa los 70 mil individuos y se encuentra distribuida en los municipios de El Fuerte, Choix, Guasave, Sinaloa de Leyva y Ahome en el estado de Sinaloa y Álamos, Quiriego, Navojoa, Etchojoa y Huatabampo en el de Sonora.
Este pueblo ha encontrado mayor dificultad para mantener un sistema de vida que permita una identidad sólida en tantos aspectos, como la de los yaquis; la pérdida de su territorio ha evitado la unidad social y política que permita enfrentar la presión de la sociedad nacional y parte de sectores mestizos con los que conviven de manera regular en sus poblados. No obstante, los mayos han encontrado en la celebraciones rituales el elemento que permite cohesión y otorga identidad. Las fiestas para los santos, implican solidaridad y ayuda mutua que nace del parentesco ritual que este pueblo practica, al mismo tiempo que constituyen la oportunidad de mostrarse tal como son, sin temor a ser discriminados pues en el espacio sagrado de la fiesta son ellos, los mayos, quien mandan y no los yoris.
Para yaquis y mayos las concepciones religiosas son básicas en su permanencia como pueblos indígenas, en ambos casos su religión tiene elementos de la liturgia católica, pero lejos de ser una imitación de ésta o un simple sincretismo, constituye una rica elaboración simbólica donde afloran una serie de elementos espirituales que delinean la percepción que estos pueblos tienen del mundo; donde los santos, la flores, el monte, el venado, la música y la danza son la representación misma de lo sagrado. La música y la danza entre yaquis y mayos se mantienen vigentes en los rituales, su presencia en una celebración da el rango de "Fiesta" y son imprescindibles en el momento cúspide de su calendario ritual; la Semana Santa. Ambos elementos están presentes no como raros exotismos del pasado, sino como actualidades que alimentan una visión del mundo. Los instrumentos como el tambor de agua, los raspadores, los tenábaris conviven con el arpa y el violín que llegaron de fuera y ponen de manifiesto la habilidad de estos pueblos para transformar y resignificar los elementos culturales externos sin eliminar los propios. En la danza, el venado, figura de venerable respeto y profunda sabiduría, conviven con los pascolas, personajes que en un ejercicio introspectivo señalan magistralemnte esa parte caótica del cosmos que hay que regenerar a través del ritual, ambos símbolos están presentes como rasgos que sugierenla antigüedad del tiempo primordial y que aseguran la permanencia de estos pueblos en el mundo.
- Víctor Acevedo Martínez, Fonoteca del INAH.
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