El maestro Argemiro Ascencio, director musical de La Michoacana, nació cuando en las montañas de Ichán abundaban guajolotes y jilgueros. Las lluvias llegaban del rumbo donde amanece el sol. En las primeras aguas y a medio temporal crecían hongos rojos de sabor fino. Se usaba ropa de manta, huaraches de correa, y en las calles los niños hacían girar trompos, canicas, y pelotas de trapo liadas con fibra de maguey. La música se convirtió en su piel y destino cuando a la edad de ocho años agarró la tarola, luego la trompeta, y con la guía generosa de Tata Alfredo comenzó a desentrañar la hechura íntima de las piezas que escuchaba en festejos donde la Banda de Los Hermanos Granados, la de Pedro Gregario y la de Procopio Pablo encendían el regocijo, y fertilizaban el suelo que propiciaría que en este pueblo de 4,000 habitantes actualmente existan 18 bandas, 4 orquestas, dos conjuntos "modernos" y mariachis que laboran incluso en Garibaldi.
La Michoacana, cuyo origen se remonta a 1970, es uno de los eslabones contemporáneos más consistentes en esta poderosa historia musical articulada en la perseverancia, la tradición familiar, y la disciplinada formación de nuevas generaciones. Ha sido semillero fecundo y expresión afortunada del temperamento creativo de su director y de otros músicos fundadores como Julián Bartolo, Rigoberto Zamora, y Bernardino Francisco. Para el maestro Argemiro la música es el puente entre su alma y la fiesta. En los más de doscientos sonecitos y abajeños que ha compuesto, hay historias de gratitud, pasiones amorosas, imágenes y sucedidos del diario vivir en la Cañada de los Ónce Pueblos. En ese pentagrama expresa sus sentimientos a la enfermera que lo atendió en un accidente, la anécdota de la viuda que vende cerveza cerca del arroyo, la inocencia de los niños, el agradecimiento al amigo que "nomás por gusto" les regala una comalada de tripas de res cuando están en la escoleta.
Este prolífico compositor registra en su obra la incesante trashumancia en celebraciones patronales, jaripeos, pastorelas, ferias, y carnavales de la Cañada, la Meseta, el lago de Pátzcuaro, o en estados vecinos como Guanajuato, Jalisco y el estado de México. Su ánimo no está en el espectáculo. Le son más entrañables el kiosco, el atrio de la iglesia, el castillo estallando, los cuetes, los novios emocionados, la cocina en la que antes de, servirse un caldo les echan confeti y tocan 'El torito', que alegres bailan los caseros. En su casa sencilla y pulcra Alicia, su segunda esposa, luce una blusa bordada y hace tortillas mientras relata que en tiempo de cosecha preparan churipo y beben trago. Sentado junto a la ventana que da a un laurel, a veces de madrugada, entre ladrido de perros y canto de gallos, este hombre de apariencia retraída escribe la música que al paso del tiempo ha ido definiendo el sonido de La Michoacana. Estilo tan singular que entre los paisanos emigrantes se ha convertido en una sentida referencia de arraigo, y su público local lo reconoce a la distancia.
Los integrantes del La Michoacana profesan lealtad a las reglas que dan rostro y ser a su tradición. Se preocupan por prepararse para sostener con solvencia las gustadas competencias en piezas clásicas o semi clásicas. Por manejar con destreza las marchas, valses, pasos dobles, sonecitos y abajeños que tejen los diversos momentos de las bodas, 15 años, bautizos; y las atmósferas de la depurada estructura de las fiestas patronales que en la víspera, la alborada, la procesión, el baile o la danza exigen determinados repertorios. Esta actitud de dignidad artística que sin renunciar a sus raíces incorpora la exigencia de públicos frecuentemente condicionados por las modas mercantiles, es muy significativa en un entorno donde el éxito de agrupaciones como El Recodo o la Banda Machos, se ha constituido en el modelo a seguir inercialmente en detrimento de las creaciones propias, debilitando la corriente de músicos populares que, junto a las legítimas razones laborales de su oficio, dan un sitio privilegiado a la dimensión ritual y festiva.
Este disco se concentra en una parte de los abajeños del repertorio de La Michoacana, la mayoría compuestos por Argemiro Ascencio. "El Sancho", del que toma su nombre, refiere las andanzas del mítico personaje que conquista mujer ajena. Figura muy relevante en una comunidad poblada de músicos y artesanos que cotidianamente se ausentan de sus casas para atender las invitaciones a las fiestas, comerciar en Zamora y en otras ciudades aledañas, o para buscar fortuna en los Estados Unidos. En varios temas se incorporan las voces de dos pireris, cantantes tradicionales acompañados de guitarras que ofrecen serenatas y canciones de amor en las casas de las novias. Estas pirekuas, cantadas por hombres en voces de alto registro, muestran una profunda belleza que tiende a ser melancólica pero que también son capaces de gran alegría como en Silvia Sapichu, La cervecita. No cabe duda, que entre los sones mexicanos (huastecos, jarochos, calentanos, etc.) el abajeño es vital en términos de nuevas composiciones, ya sea respondiendo al sentir íntimo, o a la necesidad de estrenar repertorios en la fiesta que se aproxima.
También se incluyen en este disco abajeños compuestos por otros compositores como Lorenzo Gregario y Eleazar Magaña, autor de "El burrito", abajeño inspirado en la tristeza de un joven a quien su papá reprocha ser el único miembro de la familia que no logró profesión escolar. Y al maestro Armando Granados, gran músico purépecha descendiente directo de los precursores de este admirable movimiento cultural, que ha "modernizado" los abajeños introduciendo un fuerte sabor a cumbia en la parte rítmica y creando un estilo conocido como merequetengue.
En los montes de I,hán muchos pájaros se han ido. El cemento convive con tejas y adobes, las ancianas invocan su origen en las corrientes del Río Duero, los niños introducen monedas en las "maquinitas", y en la iglesia, custodiada celosamente por los cargueros, billetes de dólar cuelgan
de la túnica del patrono San Francisco de Asís. En calles y paredes, en la plaza y el cementerio, en el silencio y la palabra, se entreteje en un mismo devenir el esperado regreso de los muertos en forma de mariposas, el puesto de casetes piratas, los rebozos, la enagua, y los autobuses de las Bandas estacionados en los solares a la espera del próximo contrato. En su fortaleza ancestral, este pueblo situado al borde de la transitada carretera Guadalajara-Morelia, encuentra la inspiración para encender puntual el fuego del año nuevo purépecha. Para preservar 'El torito' como un ritual de conquista. Para que sus ojos asomen al mestizaje y retornen. Y para que la música brote cotidianamente en todas las esquinas, iluminando las devociones y desatando el gusto.
Eliazar Velázquez
Banda La Michoacana - El Sancho (2004)
Repertorio:
01. Jenguar'iri - El Sancho
02. Niilla ka jitunipalla - Vete, yo también me voy
03. El burrito
04. Ph'integnar' iskakinía - Me enamoré de ti
05. Male Natividah - Natividad
06. Shitur'i Veer'i - Tripas de res
07. Chita thunkin miashinkia - Te extraño Chita
08. Tata Alfredo Granados - Don Alfredo Granados
09. Juchiit noses Ucuaricua - Mi desgracia
10. Male Anita - Anita
11. Silvia sapichu - La cervecita
02. Niilla ka jitunipalla - Vete, yo también me voy
03. El burrito
04. Ph'integnar' iskakinía - Me enamoré de ti
05. Male Natividah - Natividad
06. Shitur'i Veer'i - Tripas de res
07. Chita thunkin miashinkia - Te extraño Chita
08. Tata Alfredo Granados - Don Alfredo Granados
09. Juchiit noses Ucuaricua - Mi desgracia
10. Male Anita - Anita
11. Silvia sapichu - La cervecita
Codificado en MP3 @ 320 kbps con las portadas incluídas
Comentarios
:)
:)
Gracias !!!!!!
Aprovecho para preguntar si alguno tiene el "jarabillo de tres" de Michoacan, y el "son de los bules" de Nayarit. Me ha quedado imposible conseguirlos.
Les agradezco de antemano.
Un Colombiano enamorado de México.
juanrivera@sonesdemexico.com